31 mar 2010

Cataratas del Niágara congeladas

Con tres años de edad se pueden recordar las cataratas del Niágara congeladas. Un primer recuerdo de fantasía para el infante testigo. Si yo tuviera un recuerdo así lo guardaría bien encerrado en la memoria. No tengo recuerdos de infancia así. No estuve en Canadá cuando tenía tres años. Si piso Canadá será por un entrecuce de espirales del destino. Unas cataratas congeladas. El agua sin manar, no fluyendo, quieta. La potencia del frío intoxicando la naturaleza del agua. Hielo. Sería un primer recuerdo maravilloso.

Hasta qué punto recuerdo, desde dónde empieza mi vida recordada. Mi memoria escrita comenzó con luces y lloros. Puede que sea ése mi primer recuerdo: mi fragilidad de bebé haciéndose el dormido en la cuna, acoplado y llorón en el cuarto de mis padres. Llorando si la luz apagaba, callando si encendía. Y la tela pintada de flores sobre un fondo verde cubriendo la cuna de los barrotes.

Nunca veré las cataratas del Niágara congeladas. Ojalá ese fuera mi primer y único recuerdo.

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