14 may 2014

Trabajar

El áspero tapiz de un folio reciclado. Una mecánica cigarra grita; o puede que estén de obras; en la calle. Mediodía. ¿Nacerá el mañana? Aborto legal en estos tiempos sin futuro.

La conversación se truncó por la presión que el jefe sentía. Había que pagar y no estaba dispuesto a aflojar la cartera. Gritaba; vehemencia excelsa; hubo de contenerse. Una trabajadora más sin cobrar. «Adiós; puede que el mes próximo recibas un ingreso». Puede que no. Intentaré que lo recibas como justo lo mereces.

«Hay que hacer números. Cuánto tienes; cuánto necesitas. Esto para esto, esto para lo otro. Todo en su orden. Tienes que sacarlo adelante. Esto es por tu bien y no tienes que preocuparte por tu salario. No hay problema. La arrogancia de tu compañera (ex) le ha costado cara. Le hubiera pagado al momento, pero me presionó. X me advirtió que era difícil. Volveré sobre las seis de la tarde. In the evening». Probable que no aparezca. Nada extraño.

Pues hay tanto. Necesito tanto. Hay que. Hice esto para. Pero lo consiguió ella. 

Ahora sí. No. Puta cigarra. Al que silba por la calle: ¡te hundieras en el infierno! Necesito trabajar. Es un milagro que consiguiera este trabajo. 

¿Para qué esto?, ¿para qué todo? Me tengo que ir. Lo peor: se me olvidó cómo se escribe la línea justa para sacudir tus entrañas, cabrón.

Dinero, dinero, dinero.

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