27 feb 2011

Ella volvió


El balcón fue mi cabina de aislamiento para la primera parte de la noche. El aire templado se introducía entre los poros de mi piel. Respiré profundamente aquel aire. Mientras la multitud se amontonaba en la casa, yo valoraba mis posibles salidas de aquel infierno. Un punto de fuga en el horizonte: un barco. Quisiera haberme teletransportado hasta allá y haber emprendido una travesía interminable por los mares más bravos. –Me chupó la polla y yo le chupé el coño. Lo esperaba, sabía que había sucedido. Mi sangre fue llamarada en aquel instante. Vapores de miles de grados obturaron mi cabeza. El estómago se convirtió en una olla de vómito. Imaginar sus relaciones sexuales aceleró mi desesperación. Ella había vuelto a hacerlo. Él lo corroboró. Me debí precipitar contra el suelo. Un suicidio rápido e indoloro terminaría con este valle de cuchillos.
No podía hacerlo. Le tengo mucho respeto a la muerte todavía. Aunque ella hubiese vuelto y no dejara de planear cómo quitarme la vida, tenía que forjar mi corazón ante la embestida que me supuso abrazarle de nuevo. Evité, como bien pude, mirarle durante toda la fiesta. Gracias a una amiga pude soportar el tiempo que permanecí aquí. Le debía tanto a mi amiga del alma que no podía marcharme el último día que estaríamos juntos. No me perdonaré jamás cómo me despedí de ella. Nunca me perdonaré sus lágrimas en mi hombro porque me iba; ni tampoco me perdonaré haberle mentido de forma tan calculada. Ella apareció cuando nos abrazábamos por última vez. Él también llegó y me preguntó qué ocurría, que parecía deprimido… Nunca le contaré la verdad. Nunca le diré que él era un actor fundamental dentro de mi tristeza, sólo por haber conseguido lo que yo nunca podré alcanzar: ella. Ella se acercó a mí mientras abría la puerta del ascensor, me dio dos besos. Con mi amiga del alma y con él intentando consolarle, el ascensor se cerró. La vi por última vez. No tenía ni idea cuánto me había hecho sufrir. Ella era un sujeto inocente de esta historia, no tenía culpa de nada. Pero yo la odiaba porque con ella cerca no podría estar más tiempo con mi amiga del alma… porque aún la amaba.
Quise llorar tan fuerte como mi alma pudiera hacerlo. Nunca me perdonaré no llorar porque quizá nunca más vería a mi amiga del alma. Me prometí, en aquel banco donde me senté acuchillado de rabia, que jamás amaría a nadie durante el resto de mi existencia.

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