23 mar 2010

Para empezar

Si bien supiera el motivo que me incita a escribir, ahora mismo sin dilación lo expondría. Mas como ni yo lo conozco, no me paro a contar una mentira.

El anonimato, mi nombre, soy sugerido así: Anónimo. ¿Por qué? Porque soy Anónimo, aunque los datos registrados en los ordenadores gubernamentales digan de mí. Ni creo ser nadie, ni quiero serlo. No quiero que me llamen por mi nombre, me ponen nervioso cuando me lo preguntan. Dar la mano y contestar a esa pregunta delatadora: -¿Cómo te llamas? Yo ........ ¿y tú? En antepenúltima instancia dos besos siguen a la respuesta o un apretón de manos. Antepenúltima esta fase, por qué (cuántos porqués llevamos ya en 9 líneas) pues es la que precede al interrogante siguiente, que con la mayor probabilidad será sobre los orígenes de tu viaje, de tu actual ubicación, de tu vida en general, si de verdad el interlocutor tiene ganas de hablar contigo (pregúntate qué le mueve a conversar) por ahí girará la conversación. Me enredo demasiado, soy consciente, cree ésto.

Tampoco escribo pensando demasiado. En 10 segundos se me pueden ocurrir 10 caminos diferentes para seguir ensayando, o 10 caminos para terminar, incluso 10 caminos que me incitan a borrar lo que me está costando la vida escribir. Sé que no soy nadie y no sé escribir ordenado. Tengo tan claro que no creo a Descartes ni a sus defensores que, sin dejar de reírme para mis adentros, acepto que no tengo ni puñetera idea de escribir.

Termino ya. Sin más dilaciones. Toca la última fase del saludo, a saber, la despedida (mi parte favorita de todo encuentro casual o acordado). Adiós.

PD: Si te preguntas quién soy, te convertirás automáticamente en un confeso cartesiano. Así que, búscate otra cosa que leer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario