17 may 2011

Palabra, llanura e inmutabilidad

Tiempo ha que abandoné las reflexiones. Descubrí las palabras vacías. No hay sentido en estas palabras que sobrevuelan el poso vacío de mi conciencia. Dedico las horas a la nada, a mi gran sueño de la nada en un afán miserable de involución. Palabra, llanura e inmutabilidad son sinónimos. Son la misma respuesta cuando me preguntan por qué dejé de reflexionar. Tengo una respuesta para todos mis porqués. Llegué al terreno que a tientas llevo abrazando por años. Asido a la incredulidad, al desfallecimiento intermitente y a la motivación quebradiza. Saludé, incólume, a la brizna que a la muerte acompaña y no me cercioré de la diferencia entre ella y el tiempo que vivo. Un cuerpo pálido, agonizante en su lecho de muerte, sospechosa víctima de la guadaña punitiva, pidióme la mano y según su  deseo póstumo actué. Puede que fuera la última vez que le viera. Sus lamentaciones, el respirar aliento de muerte, su mano helada como mi corazón... Era un muñeco de nieve expuesto a un sol voluminoso y como tal se derretía en sudor y agonía.

Tiempo ha que dejé de ser sensible a todo. A minucias y montañas.